De vez en cuando miramos
a cuclillas
por el cerrojo de una puerta
cubierto por el polvo de las lunas de soledad
Y logramos vislubrar
(al menos en penumbras)
sillas tiradas, ventanas rotas
y todas las cosas que no fueron, y que
cantamos en silencio.
No nos importa el olvido
y tampoco las manchas de vino sobre el mantel blanco
Las canicas en el suelo a veces siguen rodando.
Pero si alguna vez,
desvergonzados, no sacamos la mirada
podemos ver más allá de la montaña, y los muros y los pozos
para sumergirnos en el olor a musgo de esas horas
en la madrugada
cuando de vez en cuando dejábamos de sentir un poco
para poder ser un poco más, que solos en la existencia.
domingo, 21 de octubre de 2007
Suscribirse a:
Entradas (Atom)