domingo, 21 de octubre de 2007

De vez en cuando miramos
a cuclillas
por el cerrojo de una puerta
cubierto por el polvo de las lunas de soledad
Y logramos vislubrar
(al menos en penumbras)
sillas tiradas, ventanas rotas
y todas las cosas que no fueron, y que
cantamos en silencio.
No nos importa el olvido
y tampoco las manchas de vino sobre el mantel blanco
Las canicas en el suelo a veces siguen rodando.
Pero si alguna vez,
desvergonzados, no sacamos la mirada
podemos ver más allá de la montaña, y los muros y los pozos
para sumergirnos en el olor a musgo de esas horas
en la madrugada
cuando de vez en cuando dejábamos de sentir un poco
para poder ser un poco más, que solos en la existencia.